La Batalla de Puebla tuvo lugar el 5 de mayo de 1862 en las cercanías de la ciudad de Puebla, en el ataque y defensa de los Fuertes de Loreto y Guadalupe, durante la Segunda Intervención Francesa en México. Fue una importante victoria mexicana con resonancia global, pues venció a uno de los ejército más experimentados y respetados de la época. Se conmemora en México y también en los Estados Unidos con la fiesta del Cinco de Mayo.
Antecedentes
Debido principalmente a la cantidad de deudas, Francia, Inglaterra y España subscribieron el Convenio de Londres, por la cual se comprometieron a intervenir por el uso de la fuerza en México para reclamar sus derechos como acreedores, mientras tanto el Presidente Benito Juárez declaró suspendidos los compromisos adquiridos y aplazó pagar la deuda a las naciones europeas. Tras desembarcar en Veracruz, España e Inglaterra aceptaron las explicaciones mexicanas dadas en los Tratados de La Soledad, los cuales tenían como fundamento, el respeto a la soberanía territorial, el reconocimiento de las naciones acreedoras al Estado Mexicano, la entrada al terreno de las negociaciones para llegar a acuerdos en común, que beneficiaría tanto a la República Mexicana, como a los intereses de las potencias invasoras, y por último, se permitiría que los soldados de los tres países se establecieran en las ciudades mexicanas de Orizaba, Córdoba y Tehuacán durante las negociaciones, debido a lo malsano del clima imperante en el puerto de Veracruz; en caso contrario, los soldados de las tres potencias se retirarían a las costas de Veracruz para así comenzar las hostilidades.
Solo los representantes de España e Inglaterra comprendieron la situación que guardaba la República Mexicana, al analizar los argumentos, decidieron negociar de manera independiente ante la autoridad mexicana, privilegiando a la nación mexicana con un triunfo diplomático, que dadas las difíciles circunstancias, permitió encauzar esfuerzos posteriormente hacia la intervención del Imperio Francés; pero ellos tenían otros planes. El primero, el pronto pago con intereses de la deuda, esto incluía un cobro exagerado por parte de la "Casa Jecker", debido a destrozos causados durante la Guerra de Reforma, dos, tener control total y absoluto de las aduanas, así como intervención directa en la política económica del país, y tres, el más común, imponer un gobierno monárquico en México, con miras a contrarrestar el creciente poderío de los Estados Unidos.
Sin embargo, un mal entendido por parte de los representantes de las tres potencias, aunado a los ambiciosos planes de la representación francesa de sus propios tratados, inicio pronto las hostilidades con el ejército de Napoleón III, dando por iniciada la Segunda Intervención Francesa en México.
Al frente del ejército francés venía el general Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, quien partió de Veracruz en dirección a la ciudad de México, pasando por Tehuacán y avanzado hacia el oeste. Para contrarrestar este avance, el gobierno mexicano de Benito Juárez creó una unidad bélica conocida como Ejército de Oriente, primeramente al mando del General José López Uraga y posteriormente del general Ignacio Zaragoza, hasta entonces Ministro de Guerra y Marina y veterano de la guerra con los Estados Unidos y de la Guerra de Reforma.
El 16 de abril de 1862, el General Juan Prim, Jefe de la Fuerzas Españolas escribía a Ignacio Zaragoza, que no habiéndose puesto de acuerdo los representantes de los tres países, solo los españoles e ingleses aceptarían los términos que Benito Juárez propusiese en los Tratados de la Soledad, y se reembarcarían de regreso a casa. También puso en alerta a Zaragoza que los franceses no aceptaron esto, pues vieron fallas en este decreto, y que exigían pronto el pago, pues se veían amenazados por los prusianos y no tenían con que solventar una guerra, por lo cual comenzarían una invasión hacia la capital de la República, supuestamente para poder obtener el pago de la deuda.
Después del fracaso de los Tratados de La Soledad y el retiro de las flotas españolas e inglesas tras la escaramuza entre galos e hispanos en Córdoba, el ejército francés al mando del general Charles Ferdinand Latrille, Conde de Lorencez, sale de Orizaba hacia el oeste. Había llegado envuelto en laureles de victoria, colgando de sus blasones los nombres de sus triunfos obtenidos en Solferino, Magenta, Argelia y Sebastopol, reflejaba esa actitud la insolencia y subestimación de Lorencez, al enviar al Mariscal de Francia Lannes, el siguiente mensaje: “Somos tan superiores a los mexicanos en organización, disciplina, raza, moral y refinamiento de sensibilidades, que le ruego anunciarle a Su Majestad Imperial, Napoleón III, que a partir de este momento y al mando de nuestros 6.000 valientes soldados, ya soy dueño de México”. Era un sueño absurdo el de Lorencez querer conquistar un país cinco veces más poblado que Francia, pero sostenida por la guerra civil que vivía México, y la no amenaza de Estados Unidos, pues también se encontraba en guerra civil.
A toda prisa, el gobierno mexicano encabezado por el presidente Benito Juárez ordena al general Ignacio Zaragoza la organización de una unidad bélica, la cuál se denominaría Cuerpo de Ejército de Oriente, compuesto de cerca de 10 mil hombres, escaso número para el vasto territorio que deben cubrir (el Oriente de la República Mexicana). El general Ignacio Zaragoza, hasta entonces Ministro de Guerra y Marina y veterano de la guerra sostenida con los Estados Unidos y de la Guerra de Reforma toma el mando luego de la ineficiencia demostrada por el general José López Uraga como General en Jefe del Ejército de Oriente, dirigiéndose a los límites entre Veracruz y Puebla, a fin de reconocer el avance del ejército francés, que ya entraba en combate con las tenaces guerrillas veracruzanas, las que no dejaban de acosarle. Parte de este ejército se ve diezmado en el trágico accidente de La explosión de la colecturía de los diezmos de San Andrés en el que mueren 1322 soldados pertenecientes a la brigada de Oaxaca que fueron enviados ahí por el general Ignacio Mejía, pese a lo cual Zaragoza jura batir a los franceses. El 22 de marzo ordena el fusilamiento de Manuel Robles Pezuela, detenido en Tuxtepec junto con algunos jefes conservadores que lograron escapar de las tropas del General José María Arteaga. Acusado de "Alta Traición" al buscar alianzas con los invasores, Pezuela se niega a creer que la sentencia será ejecutada, ya que piensa que al general Arteaga no le convendría darle un mártir a los conservadores. Sin embargo, palidece y su esperanza desaparece cuando se entera que la orden no es de él, sino del general Zaragoza. Fusilado el General Robles Pezuela en un costado de la iglesia de San Andrés Chalchicomula mientras los conservadores reúnen tropas en número de 1.200 hombres cerca de Atlixco, iniciando la llamada Batalla Antidiplomática.
Por otro lado, un contingente del Ejército de Oriente de 4.000 efectivos con el general Zaragoza a la cabeza, sale de la cañada de Ixtapa para cortarle el paso a los franceses. El 28 de abril, en las Cumbres de Acultzingo tiene lugar el primer encuentro bélico formal entre el Cuerpo de Ejército de Oriente y el Ejército Expedicionario Francés. Zaragoza no pretende disputarle el paso, sino más bien foguear a sus soldados, muchos de ellos faltos de experiencia, y al mismo tiempo causarle algunas pérdidas al enemigo. Las águilas napoleónicas pierden quinientos hombres, mientras las bajas mexicanas ascienden a medio centenar, entre ellos el bravo general José María Arteaga quien, tras haber batido a una columna francesa y llegado a solo cincuenta pasos de la reserva de Lorencez, ésta hizo fuego sobre la tropa mexicana y Arteaga cae del caballo, siendo herido en la pierna derecha que más tarde le sería amputada. Cumplida la misión, el general Zaragoza retorna con sus hombres a Ixtapa. “Pelean bien los franceses...” afirma Zaragoza, “...pero los nuestros matan bien”. Sin embargo, aún tiene desconfianza sobre el desempeño real de sus tropas en un combate en campo abierto, es decir, en batalla campal; luego de su derrota el invasor se posesiona de las Cumbres de Acultzingo.
CrónicaEl día 2 de mayo, el Ejército Expedicionario Francés sale de San Agustín del Palmar. Entre ellos y la capital, únicamente se encuentra la Ciudad de Puebla de los Ángeles (hoy Puebla de Zaragoza) por donde los franceses esperan pasar entre aplausos y exclamaciones de los opositores del presidente Benito Juárez, siendo este uno de los lugares más conservadores del México de mediados del siglo XIX. Sin embargo, es el presidente Benito Juárez quien ordena al general Ignacio Zaragoza detener el avance de los franceses.
El 3 de mayo por la noche, el general Ignacio Zaragoza arriba a Puebla, dejando a retaguardia de los franceses una Brigada de Caballería, a fin de hostigar al invasor. La mayoría de la población de la conservadora Puebla es partidaria de la intervención, mientras el Ejército de Oriente desfila marcialmente entre las desiertas calles de la ciudad.
El general Ignacio Zaragoza sube a lo alto del Fuerte de Guadalupe y en menos de una hora ya tiene el plan de batalla que va a seguir para la defensa de la plaza (ver tabla superior). De inmediato fortifica los reductos que se encuentran en los cerros de Loreto y Guadalupe. La guarnición cuenta tan solo con 6,700 hombres, escasamente armados. Se dice que tal fue la insolencia de los poblanos que en cierto momento Zaragoza exclamó desesperado “Qué bueno seria quemar Puebla”. Sólo lo detendría el hecho de que en "...la ciudad también hay criaturas inocentes”.[cita requerida]
El 4 de mayo, los exploradores mexicanos vuelven con noticias de que los remanentes conservadores, al mando del General Leonardo Márquez se disponen a socorrer a los franceses. El general Ignacio Zaragoza envía una brigada de dos mil hombres al mando del General Tomas O´Horan a Atlixco, con el fin de detener a Márquez, y se dispone a preparar la defensa de la posición, evitando así su arribo a la Ciudad de México. Organiza sus fuerzas para la defensa, contando con dos Baterías de Artillería de Batalla y dos de Montaña, cubriendo Loreto y Guadalupe con 1.200 hombres, formando a los otros 3.500 en cuatro columnas de infantería con una Batería de Batalla, y una Brigada de Caballería.
El ala derecha mexicana la cubren las tropas de Oaxaca al mando de Porfirio Díaz. El sitio de honor, al centro de la línea lo ocupan Berriózabal y Lamadrid con las tropas del Estado de México y San Luis Potosí. La izquierda se apoya en los cerros de Loreto y Guadalupe, con el general Miguel Negrete a la cabeza de la Segunda División de Infantería. La artillería sobrante es colocada en los fortines y reductos dentro de la Ciudad de Puebla quedando al mando del General Santiago Tapia.
A las nueve con quince minutos de la mañana del 5 de mayo, los franceses aparecen en el horizonte, cruzando fuego con las Guerrillas de Caballería que se batían en retirada, cuyos jinetes no se repliegan hasta que la milicia francesa está formada y lista para avanzar.
La batalla se inicia a las once y cuarto de la mañana, anunciándose el inicio con un cañonazo y acompañado por los repiques de las campanas de la ciudad. El Ejército Expedicionario Francés se divide en dos columnas de ataque, la primera compuesta por aproximadamente 4000 hombres, dirigiéndose hacia los cerros de Loreto y Guadalupe, protegida por su artillería, quienes arribaron delante de la infantería. Mientras que la segunda columna compuesta del resto de la infantería queda como reserva.
El 6° Batallón de la Guardia Nacional del Estado de Puebla (confundido y generalizados erróneamente como "los zacapoaxtlas", cuando estos únicamente formaban una compañía de dicho batallón(de 26 hombres) al igual que los xochiapulquenses (26 hombres), mientras que los tetelenses conformaban el grueso del batallón (115 hombres, encontrándose entre estos los Jefes y Oficiales más distinguidos del cuerpo de guerra) ocupó el puesto de honor y gloria ya que fue el primer cuerpo de guerra del Ejército de Oriente en hacer frente al enemigo y el primero en rechazar su ataque. El mismo Comandante Tomás Segura relata en una sección del Parte Oficial de la batalla remitido al General Ignacio Mejía ese memorable acontecimiento:
El 10 de mayo de 1862, el General Ignacio Zaragoza expidió un certificado donde constata tal hazaña. Así mismo, expidió al entonces Comandante Mayor del Batallón Tomás Segura, originario de Tetela de Ocampo, un certificado constatando que él fue el primer individuo de todo el Ejército de Oriente en hacer frente al enemigo y el primero en rechazar su ataque. Estos certificados así como muchos otros documentos sobre la Guerra de Reforma y la Segunda Intervención Francesa en México están resguardados en el Archivo Histórico Particular de la Familia Molina Bonilla en la Ciudad de Tetela de Ocampo, Puebla.
El general Ignacio Zaragoza comprendió de inmediato el plan de Lorencez y dio las órdenes convenientes. Haciendo avanzar al general Felipe Berriozábal a paso veloz entre las rocas y situándolo entre la hondonada que divide Loreto y Guadalupe. Mientras que el general Antonio Álvarez, con su brigada protege la izquierda de los reductos.
La línea de batalla mexicana forma un ángulo que se extiende desde el Fuerte de Guadalupe hasta la Plaza de Román, frente a las posiciones enemigas.
Dispone en ese momento el general Lamadrid proteger el camino que conecta a la ciudad con la Garita de Amozoc, colocándose al frente de las tropas potosinas y con dos piezas de artillería de las cuáles disponía. La derecha de la línea de batalla mexicana la cierra el general Porfirio Díaz con la División de Oaxaca, auxiliado por los Escuadrones de Lanceros de Toluca y Oaxaca.
Los franceses continúan su avance, colocando sus baterías frente a Guadalupe y devuelven el fuego mexicano que nace de aquella posición.
Los "zuavos" (regimiento de infantería francesa) ascienden hacia el Fuerte de Guadalupe, perdiéndose de la vista de los fusileros mexicanos. De repente, aparecen frente al Fuerte de Guadalupe, el cual rompe fuego de fusil sobre la columna, que para en seco ante el fuego mexicano.
En ese instante, el general Felipe Berriozábal da la bienvenida con bayoneta a los zuavos, quienes se retiran en buen orden hasta ponerse fuera de tiro. Un momento fue suficiente para que repusieran su moral y se lanzaran de nueva cuenta intentando tomar el Fuerte de Guadalupe.
Los franceses, apoyados por el Primero y Segundo Regimiento de Infantería de Marina se abalanzan entonces sobre el resto de la línea mexicana, siendo recibidos con la bayoneta. La columna francesa es rechazada en Guadalupe y en Loreto, siendo igualmente repelidos los ataques perpetrados por parte de otras columnas francesas desplegadas en el momento.
En aquel momento, el Coronel José Rojo avisa al general Antonio Álvarez que era tiempo de que la caballería mexicana entrara en acción para alcanzar una victoria completa. Ordenando a los Carabineros de Pachuca, cargar sobre los restos de la columna, disparando sus carabinas y lanzando mandobles de sable sobre los franceses, siendo totalmente retirados de la posición.
A las dos y media de la tarde llega el primer Parte de Guerra a la capital:
Los capitalinos respiran aliviados. ¡¡Puebla no les había abierto las puertas!! Pero Zaragoza ya no podría contar con los dos mil hombres que había enviado a Atlixco dos días antes, con los cuales el general Tomas O´Horan batió a los reaccionarios de Márquez, impidiéndoles el auxilio a los franceses.
Lorencez se dispone a dar el último asalto, organizando una columna con los "Cazadores de Vincennes" y el "Regimiento de Zuavos", dirigiéndola al Fuerte de Guadalupe, mientras pone en marcha una segunda columna de ataque compuesta de los restos de los cuerpos de batalla, excepto el 99º de Línea, el cuál queda de reserva en el campamento francés; la segunda columna ataca la derecha de la línea de batalla mexicana.
Ante esta situación, salen los Zapadores de San Luis Potosí al mando del general Francisco Lamadrid, librándose un terrible combate a la bayoneta. Una casa situada en la falda del cerro es el objetivo. Los franceses la toman y se guarecen en ella, siendo desalojados por los Zapadores; la tornan a recobrar y de nuevo son expulsados de ella por las valientes tropas de Lamadrid. El Cabo Palomino se mezcló entre los zuavos y se batió cuerpo a cuerpo con los arrogantes soldados franceses, posesionándose de su estandarte como botín de guerra al caer muerto el portador del mismo.
Una fuerte tormenta cae sobre el campo, reblandeciendo el terreno, difícil de mantener para las tropas francesas, al tiempo que Zaragoza mandaba el parte telegráfico al presidente en la Ciudad de México. Envía al Batallón Reforma de San Luis Potosí en auxilio de los cerros donde los frances se disputaban la victoria con las tropas mexicanas. En el Fuerte de Loreto había un cañón de 68 mm. que causaba enormes estragos en la filas francesas. Los zuavos hacen un empuje desesperado y se abalanzan sobre la pieza. El artillero, sorprendido por la rapidez de la columna francesa, tiene en sus manos la bala de cañón que no alcanzó a colocar en la boca de fuego. Aparece frente a él un zuavo y tras éste el resto del cuerpo que, una vez apoderados de ese fortín, levantarían la moral francesa y podría perderse la victoria conseguida. El artillero, arrojó la bala al soldado francés, que herido mortalmente por el golpe en la cabeza, rodó al foso del parapeto. Luego de estos acontecimientos el general Conde de Lorencez les ordena retroceder, siendo perseguidos por el Batallón Reforma de San Luis Potosí.
Cuando la segunda columna llega al Fuerte de Guadalupe, protegidas por una formidable línea de tiradores, Porfirio Díaz que acude en auxilio de los Rifleros de San Luis Potosí, que estaban a punto de ser rodeadas por el contrario. Movió en columna al Batallón Guerrero, a las órdenes del Coronel Jiménez, ganándole el terreno a los franceses.
En apoyo del Batallón Guerrero, el general Porfirio Díaz envió al resto de las tropas de Oaxaca, con los Coroneles Espinoza y Loaeza a la cabeza, dando impulso a los mexicanos, que expulsaron al enemigo de las cercanías. El éxito alentó al general Díaz, que destacó al Batallón Morelos con dos piezas de artillería a la izquierda, mientras por la derecha los Rifleros de San Luis Potosí se reponían de la pelea, antecedidos por una formidable carga de los Lanceros de Oaxaca, dirigida por el mismísimo Díaz, trabándose un combate cuerpo a cuerpo muy relido según lo relata el parte oficial del general Díaz, haciendo retroceder en su totalidad a los atacantes.
En aquellos momentos las destrozadas columnas del general Conde de Lorencez huyen en completa dispersión, siendo rechazadas en su último ataque, replegandose a la Hacienda de Los Álamos. Se dice que Lorencez no pudo evitar el llanto de la derrota, con lo que decidió retirarse hacia Amozoc.
Consecuencias
En Palacio Nacional de Ciudad de México, el presidente Benito Juárez y el resto del pueblo pasaban por un trance terrible. No tenían noticias de Puebla y el gobierno había hecho salir precipitadamente al General Florencio Antillón al mando de los Batallones de Guanajuato, quedando como guardianes de la capital sólo dos mil hombres del Regimiento de Coraceros Capitalinos y algunos centenares de milicianos pobremente armados. Si las tropas guanajuatenses se perdían, la Capital caería sin remedio.
A las 5 y 49 minutos de la tarde volvió haber noticias del general Ignacio Zaragoza y de Puebla.
Este es el mensaje enviado:
Sírvase dar cuenta de este parte al Ciudadano Presidente de la República.
Libertad y Reforma. Cuartel General en el Campo de Batalla
General Ignacio Zaragoza.
Al finalizar la batalla, los franceses contabilizaban 476 muertos y 345 heridos. El Ejército de Oriente perdió 83 hombres, cerca de 250 heridos y 12 desaparecidos. El día 6, ya con los refuerzos de Guanajuato en los fortines, el general Zaragoza esperaba un nuevo ataque de Lorencez, pero éste, el 8, formó sus trenes y se retiró hasta San Agustín del Palmar, siendo "saludado" por la artillería republicana y la Banda de Guerra de los Carabineros, quienes tocaron "Escape".
El 5 de septiembre del mismo año, el general Ignacio Zaragoza contrajo fiebre tifoidea, falleciendo el 8 de septiembre de 1862. Dejando vacío el liderazgo de las fuerzas armadas de México, hasta que el general Jesús González Ortega asumió el mando del glorioso Ejército de Oriente.
Condecoraciones.
El 21 de mayo de 1862 el presidente Benito Juárez publica el decreto de condecoración a los vencedores de las batallas del 28 de abril en las Cumbres de Acultzingo y 5 de Mayo en la Ciudad de Puebla, derrotando en ambas ocasiones al Ejército Expedicionario Francés.
El 30 de mayo se entregaron a los miembros del Ejército de Oriente los Diplomas de Concurrencia a las mismas batallas, según lo estipulado en el artículo 4º del mencionado decreto.
El 29 de noviembre de 1862 sale de la Ciudad de México el presidente Benito Juárez, acompañado del Ministro de Guerra y Marina, general Miguel Blanco Múzquiz y del Ministro de Relaciones Exteriores y Gobernación, Lic. Juan Antonio de la Fuente, con dirección a la Ciudad de Puebla, llegando el día 30 por la noche.
Al día siguiente asistió a un banquete organizado en su honor por el general Jesús González Ortega entonces General en Jefe del Cuerpo de Ejército de Oriente y Gobernador y Comandante Militar del Estado de Puebla. Los dos días subsecuentes el presidente Juárez sostuvo conversaciones con el general Ortega.
Finalmente el 4 de diciembre de 1862 en medio de una gran ceremonia en el Fuerte de Guadalupe, el presidente Benito Juárez acompañado de los miembros ya citados de su gabinete así como del general Jesús González Ortega, hizo entrega formal de las medallas a los vencedores de las batallas del 28 de abril y 5 de Mayo de ese año, partiendo al día siguiente a la Ciudad de México.
Así mismo el 2 de marzo de 1863 se lleva a cabo una segunda ceremonia en el Fuerte de Guadalupe, donde de nueva cuenta el presidente Benito Juárez acompañado de sus Ministros de Guerra y Gobernación entregan las medallas a los faltantes por condecorar del Ejército de Oriente.
Aunque la guerra no terminó ahí, sino hasta 5 años después (1867), la Batalla de Puebla se volvió desde entonces para los mexicanos un símbolo de resistencia en contra de la invasión de tropas extranjeras.
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